Nueva Urbanización
…a la hora del mediodía cuando las sombras son más cortas, morena, con bella sonrisa de cierta melancolía, pasó junto a mí, corriendo detrás de algún objetivo a exigencias de un proyecto irremplazable.
Alguien me dijo que había visto un retrato de ella en un museo de Londres, pintada por un tal Titian y que era “Diana y no sé quien…”Yo le dije que no era posible; que ese era Ticiano, un pintor del siglo XVI y Diana un personaje de la mitología romana. Además Iranzu no es rubia, ni lleva ese peinado antiguo, florentino. El resto de ella quizás podía ser que sí.
A Iranzu lo del arte le viene de ascendencia.Yo la he visto pelearse, pintando una cabeza, con Juan de Pareja, con un autorretrato de Rembrandt y con la mismísima calva de Cézanne rebuscando en la fórmula de la modulación del color. Pero ella quiere ser de su tiempo.Yo le digo que la pintura es intemporal. Insiste en la idea de presencia en el arte. Busca una superación del ilusionismo de la pintura. Le digo que el ilusionismo es lo más serio del ser humano; sin ilusionismo un individuo es como un pisapapeles; que la misma idea de presencia es ilusionista.
La clausura de la representación (ilusionismo) no tiene lugar, fatalmente (en ambos sentidos: positivo y negativo). La presencia esta sometida al diferir y diferenciar permanentemente. Esto es algo que se me quedó de Derrida. A lo que él le dio muchas vueltas.
La representación se puede entender como doble presentación. Invoca la presencia como ritual que vive el acontecimiento mítico, que por ser intemporal “in illo tempore…”, celebra en el grupo su volver a ser presente, que además transforma y cambia al individuo. La representación puede ser actuar en lugar de otro ausente. Puede ser hacer ver una idea o relato venerado mediante la escenificación visual de un modo teatral o pictóricamente. Hegel llama fase romántica del arte esta última y es propia del arte occidental…
El arte puede realizar una representación que sea inducir a la presencia catártica y transformadora. ¿Qué ocurre en esa presencia?
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Iranzu como artista parte o se remonta a un momento originario, previo a la encrucijada del camino de lo científico o de lo poético. Es lo que los fenomenólogos llaman la vida fáctica. Todavía no hay concepto, ni enunciado. Todavía no hay estilo, ni rango biográfico. Todavía no hay lenguaje en sentido instrumental, si no que se está originando el mismo lenguaje. Ese es el momento más originario de la creación artística. Si el artista se disfraza de cientificoide, hace enunciados, va de conceptual, pro idea de idea, cuando se sincera dirá. ”Los conceptuales somos unos místicos”. Yo digo que no hace falta ir de cientificoide o de místico. Bastaría ser original por ir al origen. A Iranzu le interesa la vida fáctica, anterior a la ciencia, a la ideología, al juicio moral, a las formas culturales. Ella cuando trabaja acaba marcando una modalidad o estilo. Es lo íntimo vivido como abierto y compartido. Es la vida fáctica que se alimenta de la constatación de meras relaciones de las cosas y los tiempos. De la remisión de unos sobre otros que da lugar a cosas y forman redes y tejidos que son las cosas o los momentos temporales que se llama mundo. La exposición de Iranzu será una invitación a asomarse a ese mundo que ella a veces llama intimidad y luego añade que es común. Yo digo que es simplemente mundo. Como diría Kant, universal y necesario. Si hubiera que añadir una etiqueta de sello personal habría que decir que su obra es de una fragilidad y delicadeza dicha con contundencia. Como la Diana de Ticiano mismamente.
José Luis Casado Arsuaga